Llovió con tanta fuerza, que dolía,
empapando de amor
cada una de sus piedras.
Y él halló su lugar junto a la madre,
la esposa, el hijo, los hermanos, esa
mano que se nos tiende si perdidos.
Y fue un final y un descubrir la vida,
y hundieron en tu piedra sus raíces,
aprendiendo que nada es permanente.
Pasará la tormenta –siempre pasa-
y volarán de nuevo
en tu jardín mariposas azules.
Esperanza Rubio
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