lloré:
Y mis lágrimas arrastraron simientes
y quedaron sepultadas
-secas-
bajo un río de piedras.
Grité:
y mi voz resonó,
y volvió,
muda y cansada
de rodar por laderas de montañas.
-apenas un eco tembloroso-
Callé:
Y el silencio
obscureció mi alma
y quedé perdido en la sombra
de las cosas inertes.
Caminé…
Darío P. Carvajal
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