Letras realistas, surrealistas, mestizas o absurdas. Letras románticas, irónicas, profundas, amarillas o negras. Hay tantas letras como lectores, y más lectores de lo que parece. También hay unos cuantos escritores, repartidos por aquí y por allá, que se dedican a la insólita tarea de ordenarlas -o de desordenarlas, según se mire-.
A veces, se leen los unos a los otros, pero no se conocen. Otras se conocen, pero no se leen. Tales desencuentros pueden ser voluntarios, pero también pueden llegar como una consecuencia indeseable de la desinformación o de la desidia.Ayer, en la Fundación Caballero Bonald, la Asociación Argónida tendió puentes entre dos rincones de la provincia que tienden a darse la espalda, también a nivel creativo.
Jerez y Algeciras abrieron un programa de encuentro entre escritores gaditanos que irá incluyendo, poco a poco, a otras localidades y que pretende abrirse a todas las comarcas. Francisco Camas, presidente de la entidad, resumió así el propósito de la iniciativa: «Los creadores tienen que enriquecerse hablando con otros creadores, y nosotros sólo queremos facilitar los cauces para que eso ocurra».
Abrió el fuego, por la alineación de Algeciras, Manuel J. Ruiz Torres. «El Campo de Gibraltar es terreno poco propicio para el verso», apuntó. «Ha dado muy pocos buenos poetas, con la excepción de Téllez y alguno más. Sin embargo, presenta un contexto muy fructífero para la narrativa».
Ruiz Torres apuntó la condición de doble frontera de Algeciras y su carácter de «lugar de paso» como dos elementos palpables en la narrativa de la zona, tanto en la elección de los temas como en el mestizaje de estilos y en la fusión de lenguas. Para ilustrar su opinión leyó un relato corto que sucedía en un bloque de pisos «con más nacionalidades dentro que la ONU».
José Eduardo Tornay, impresionado por la literatura de Romero Peche, que «toma como centro de gravedad la maldad misma», optó por leer uno de sus relatos, incluido en Las Mundanzas, su último libro publicado. Irene Jiménez reivindicó el cuento como «un género de altura, que debe sacudirse el tópico de lugar de reposo del novelista» y se confesó «enamorada de su intensidad». Leyó dos pequeños relatos que partían de situaciones cotidianas para referirse a temas universales.
Finalmente, José Antonio Orfila cambió sus propósitos iniciales sobre la marcha («pensaba hablar del arte y del dolor, pero me temo que estamos todos un poco tristes esta tarde») y, tras hacer una breve pasada por las intenciones de sus dos primeras novelas, leyó un curioso artículo de opinión, con premio final, sobre la cobardía.
Por la alineación jerezana, Darío Pérez Carvajal recitó un poema y después sorprendió a la concurrencia con un divertido relato de la escuela del absurdo, Esperanza Rubio desgranó los avatares de un amor imposible y Luis Carreño leyó toda su producción «editada hasta el momento, que asciende a un total de siete líneas, incluyendo título y firma». Sus microrelatos pusieron el broche final a un trueque de letras que hizo méritos para repetirse.
Daniel Pérez
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